ADQUIERE "EL MITO DE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA"

domingo, 21 de agosto de 2011

"Democracia sin verguenza" (Revista Proceso, 21 de agosto 2011)

Genaro García Luna
Foto:Octavio Gómez, proceso.com
Durante el régimen del partido del Estado, la ciudadanía ocasionalmente atestiguaba la renuncia de uno que otro alto funcionario por algún escándalo político o equivocación manifiesta. En momentos de crisis, los secretarios de Estado e incluso los gobernadores funcionaban como fusibles o válvulas de escape para apaciguar el descontento social. Estos movimientos eran, desde luego, más simulación que otra cosa, ya que rápidamente el funcionario castigado era reciclado para otro cargo de igual o mayor importancia. Sin embargo, el sacrificio temporal de uno de los suyos por lo menos daba la apariencia de una mínima rendición de cuentas por parte de la clase gobernante. 

Hoy, nuestros gobernantes supuestamente democráticos ni siquiera se dignan en realizar este tipo de ejercicios del viejo autoritarismo de Estado. Asimismo, ahora los actores sociales pocas veces se atreven a pedir la renuncia de algún funcionario público para no dar la impresión de ser demasiado radicales o revanchistas. Entre algunos sectores ciudadanos se considera que una actitud política “madura” o “civilizada” es una que apela exclusivamente a la “unidad” y al “diálogo” y excluye exigencias de renuncia que pudieran generar encono.

Existe también un argumento práctico en contra de las solicitudes de renuncia. Los problemas normalmente no se resuelven con un simple cambio de mando. La personalización de las exigencias inclusive puede distraer la atención de los asuntos de fondo. Esa también es la perfecta salida fácil para las autoridades, pues ofrecen la cabeza del funcionario responsable en lugar de atender las raíces del problema. Por ejemplo, tienen razón aquellas voces que afirman que la renuncia de Genaro García Luna no resolvería la crisis de seguridad pública en el país. Ante tal eventualidad, Felipe Calderón sin duda nombraría a alguien aún más inepto e ineficaz.

Pero la razón principal para no quitar el dedo del reglón con respecto al despido de García Luna y otros funcionarios ineficaces no es el efecto práctico que tendría en el corto plazo, sino las posibles consecuencias estructurales a largo plazo. La permanencia de este personaje como titular de la Secretaría de Seguridad Pública, aun después de su fracaso monumental en la “lucha por la seguridad pública” y para garantizar la paz en el país, envía una señal inequívoca, tanto a los gobernantes como a los gobernados, de que lo que importa para mantener un trabajo no es el desempeño, sino las relaciones de amistad y complicidad con el jefe...

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